miércoles, 22 de enero de 2025

La Diplomacia del Hacha

El caballero y el enano se encontraban frente a un grupo de trasgos que, aparentemente, creían que su número y mal aliento eran suficiente para intimidar a cualquier ser humano decente. Lo cual, por supuesto, era una suposición lamentablemente incorrecta. 

El caballero, cuya armadura brillaba con la misma inocencia de un espejo que ha sido frotado por un gato muy gordo, miró a los trasgos con una mezcla de simpatía y cansancio. "Mirad, no quiero hacer esto", dijo con voz profunda, como si estuviera pidiendo un favor muy grande. "¿Por qué no os vais a casa y todos somos felices?"

Los trasgos, que nunca habían conocido el concepto de 'razón', intercambiaron miradas confusas. Uno de ellos se aclaró la garganta y levantó una daga. "¡Vais a arrepentiros de esto!"
"Ah, sí, claro", respondió el caballero, "me temo que la última vez que alguien dijo eso, terminó teniendo que pedir un préstamo para comprar dientes nuevos."

Mientras tanto, el enano, que se encontraba un poco más abajo en términos de altitud y mucho más arriba en términos de 'hago lo que quiero', dio un paso adelante y lanzó su hacha con la precisión de alguien que realmente sabe lo que hace, o simplemente le daba igual.

El hacha aterrizó justo al lado de un trasgo, quien, sin pensarlo dos veces, saltó dos metros hacia atrás. El enano lo observó, rascándose su barba con una sonrisa satisfecha. "Y eso, amigos, es lo que llamamos 'demostración'."

Los trasgos miraron la escena, miraron sus dagas, miraron al caballero, miraron al enano y, finalmente, decidieron que la vida era muy corta y, aparentemente, ellos también. Salieron disparados en direcciones que ni ellos sabían que existían.

El caballero suspiró. "¿Sabes, amigo? A veces pienso que debería dedicarme a la jardinería."

"Sí, claro", dijo el enano, "y yo a coleccionar hongos. Pero no hoy."









-Ilustración de Jim Holloway, de B5 Horror on the Hill de 1983-

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