Por Archibaldo Trozamuros el Erudito Barbarie
Ah, los orcos. Esos entrañables, verdes y bastante malolientes habitantes de las tierras más inhóspitas y fangosas de este y otros mundos. Son los indiscutibles reyes del combate sin sentido, las hachas grandes y los gritos guturales, pero hay algo que pocos humanos, elfos o incluso enanos conocen: los orcos también tienen corazones. Aunque, claro, sus corazones son más pequeños, arrugados y un tanto sospechosamente negros. Y aquí es donde nos adentramos en el fascinante, y no poco peligroso, mundo de la reproducción y los ritos de cortejo orcos. Prepárate para un viaje olor a pantano y, probablemente, una buena cantidad de dientes rotos.
En la mayoría de las especies, el cortejo comienza con gestos suaves y dulces: un canto, una flor, tal vez una poesía cursi que hará que todos los que la escuchen deseen haber nacido sordos. En el caso de los orcos, el proceso de cortejo comienza de manera similar… si consideras que lanzar una piedra del tamaño de una sandía directamente al cráneo de la orca de tus sueños es un gesto romántico.
Sí, has leído bien. En el maravilloso y violento mundo de los orcos, lo primero que hace un orco enamorado es identificar a su pareja potencial desde una distancia segura (preferiblemente desde detrás de una roca o un tronco). Entonces, en un acto de amor puro y primitivo, el pretendiente lanza una piedra lo suficientemente grande como para demostrar su fortaleza, pero no tanto como para matar a la desafortunada receptora. Después de todo, la clave aquí es la sutileza. "Le arrojé una piedra, pero no lo suficientemente fuerte como para fracturarle el cráneo" es el equivalente orco a "Le escribí una poesía bonita, pero no demasiado empalagosa".
Si la orca en cuestión sobrevive al golpe inicial y, mejor aún, si el proyectil le deja una cicatriz, lo más probable es que se dé la vuelta, sonría con todos sus dientes afilados y se acerque a su admirador con un gruñido bajo. ¡Felicidades! El primer paso hacia el romance orco ha sido completado. Ahora viene la parte más complicada: el combate.
Después del intercambio inicial de proyectiles se organiza un duelo formal. Esto es crucial, ya que en la cultura orca, el verdadero amor solo puede florecer cuando ambos individuos han intercambiado suficientes golpes como para hacer que cualquier humano pensante busque a un médico o un abogado especializado en lesiones personales.
El combate, o como lo llaman los orcos, "la danza del hacha", es una extraña mezcla de coreografía sangrienta y lo que parece ser un intento deliberado de destrozar muebles. Las armas preferidas incluyen hachas, espadas, garrotes, y cualquier cosa que se pueda arrancar del suelo y usar para golpear a otro ser viviente. Durante el combate, los orcos expresan sus sentimientos a través de gruñidos especialmente diseñados para comunicar mensajes románticos como "te respeto, pero si me arrancas la nariz, te mataré" y "ese golpe fue tan bueno que creo que me he enamorado más".
Las reglas del combate son simples: quien quede de pie al final gana el derecho de llevar a su pareja a un festín. Si ambos orcos sobreviven (lo cual, sorprendentemente, sucede más a menudo de lo que esperarías), se toman de la mano de manera ceremonial, es decir, se agarran el antebrazo con fuerza suficiente para dejar moratones, y se dirigen a celebrar su unión con una cantidad alarmante de alcohol fermentado de setas y algún animal que aún no se ha dado cuenta de que está invitado a ser el plato principal.
Aunque el cortejo orco se basa en la violencia extrema y el intercambio de heridas que harían llorar a un sanador, una vez que los orcos han encontrado pareja, se dedican el uno al otro de formas que podrían resultar sorprendentes para el observador casual (o más bien, para el observador inconsciente que probablemente esté tirado en el suelo después de recibir una piedra perdida).
Los orcos, en su fuero interno, son criaturas afectuosas. Claro, su idea de afecto puede incluir mordiscos y cabezazos, pero ¿quiénes somos nosotros para juzgar las costumbres culturales ajenas? Las parejas orcas suelen compartir largas conversaciones sobre temas filosóficos importantes, como "¿A quién aplastaremos mañana?" y "¿Es mejor romper una lanza o simplemente arrancar el brazo?". Además, las noches en el hogar orco están llenas de cariñosos gestos, como el tradicional "afilarse las uñas el uno al otro" y la siempre popular "competencia de eructos".
Es en este punto del artículo donde la ciencia se rinde. Verás, incluso los más brillantes académicos han fracasado en desentrañar el proceso exacto de reproducción de los orcos. Algunos teorizan que nacen de la tierra, que las montañas los escupen cuando tienen hambre de batalla. Otros sugieren que las orcas ponen huevos (por qué, nadie lo sabe, pero los huevos siempre parecen ser la respuesta cuando la ciencia no lo comprende).
Los orcos, por supuesto, no ayudan a aclarar este misterio. Si les preguntas directamente cómo es que se reproducen, lo más probable es que te ignoren, o peor, que te arranquen una pierna y se la den de comer a un warg. Sin embargo, algunos aventureros han regresado con vagas descripciones de orcos bebés, lo que ha llevado a la teoría de que, de alguna manera (posiblemente mediante magia, violencia, o una combinación de ambas), los orcos logran tener descendencia.
Y esos pequeños orcos, queridos lectores, no son menos intimidantes que sus padres. Desde el momento en que nacen, son bolas de furia, dientes y un hambre insaciable de destrucción. El ciclo, como la guerra con la que tanto disfrutan, continúa.
El romance y la reproducción en la sociedad orca es un asunto brutal, violento y, de alguna manera, poético. Para ellos, el amor es un campo de batalla… literalmente. Pero no nos equivoquemos: detrás de cada golpe de hacha y mordisco bien dirigido, hay un corazón (probablemente negro y un poco podrido) que late con pasión.
Así que la próxima vez que te encuentres con un orco y te fijes en las cicatrices en su rostro o en su colección de cráneos, recuerda: esas son las marcas del amor. Y si alguna vez te lanzan una piedra, tómalo como un cumplido. Al fin y al cabo, en el mundo de los orcos, no hay mayor muestra de afecto que un buen golpe en la cabeza.
Un abrazo de oso y una pinta para todo aquel que se deje caer por este baldío
No hay comentarios:
Publicar un comentario