Hay libros que no se leen: se sobreviven. El precio de la libertad, una novela parida a golpe de sol, arena y mala leche, es uno de ellos. Si uno abre la primera página creyendo que entrará en un cuento amable, puede ir preparando agua, vendas y un par de juramentos, porque aquí el desierto no perdona.
La historia de Razzar no tiene nada de héroe reluciente ni de epopeyas de bardos regados con aguamiel. No. Aquí lo que hay es hierro caliente, sangre seca y la clase de honor que suele costar más caro que un buen pellejo de vino en puerto de corsarios. El muchacho crece en un mundo donde la justicia se vende más rápido que un barco capturado y donde la libertad, cuando se encuentra, suele venir pegada al filo de un arma. Y aun así, el condenado insiste en creer en algo. Hay que ser valiente… o muy testarudo. Probablemente ambas cosas.
La ambientación: árida, despiadada, con ese sabor de fantasía vieja que ya casi nadie cocina. Montesdeoca mezcla polvo, gladiadores, magia corrupta y ruinas que huelen a tragedias antiguas como quien pone a remojo especias en una olla negra: sin miedo, sin piedad y con un tino sorprendente. Se nota que disfruta castigando a sus personajes, lo cual siempre es señal de buen oficio narrativo. Los personajes que no sufren, a la larga, aburren; estos, en cambio, sangran, escupen y maldicen con dignidad.
El precio de la libertad es pulp del bueno. Una historia que no pretende ser amable y que, precisamente por eso, se deja querer. Y si encima se comparte gratis, como buen botín repartido entre camaradas… pues mejor aún. Hay literatura que se escribe para durar, otra para entretener, y otra —más rara— para recordar por qué merece la pena seguir luchando aunque solo quede polvo bajo los pies.
Razzar lo sabe. Y después de leerlo, uno también.
Un abrazo de oso y una pinta para todo aquel que se deje caer por este baldío.
Pd: La portada ha sido diseñada por Joorge Mh. Y la novela la podéis descargar en el siguiente enlace: https:El Precio de la Libertad

