miércoles, 19 de noviembre de 2025

Bolsilibro El Precio de la Libertad por Raúl Montesdeoca

Hay libros que no se leen: se sobreviven. El precio de la libertad, una novela parida a golpe de sol, arena y mala leche, es uno de ellos. Si uno abre la primera página creyendo que entrará en un cuento amable, puede ir preparando agua, vendas y un par de juramentos, porque aquí el desierto no perdona.



La historia de Razzar no tiene nada de héroe reluciente ni de epopeyas de bardos regados con aguamiel. No. Aquí lo que hay es hierro caliente, sangre seca y la clase de honor que suele costar más caro que un buen pellejo de vino en puerto de corsarios. El muchacho crece en un mundo donde la justicia se vende más rápido que un barco capturado y donde la libertad, cuando se encuentra, suele venir pegada al filo de un arma. Y aun así, el condenado insiste en creer en algo. Hay que ser valiente… o muy testarudo. Probablemente ambas cosas.

La ambientación: árida, despiadada, con ese sabor de fantasía vieja que ya casi nadie cocina. Montesdeoca mezcla polvo, gladiadores, magia corrupta y ruinas que huelen a tragedias antiguas como quien pone a remojo especias en una olla negra: sin miedo, sin piedad y con un tino sorprendente. Se nota que disfruta castigando a sus personajes, lo cual siempre es señal de buen oficio narrativo. Los personajes que no sufren, a la larga, aburren; estos, en cambio, sangran, escupen y maldicen con dignidad.

El precio de la libertad es pulp del bueno. Una historia que no pretende ser amable y que, precisamente por eso, se deja querer. Y si encima se comparte gratis, como buen botín repartido entre camaradas… pues mejor aún. Hay literatura que se escribe para durar, otra para entretener, y otra —más rara— para recordar por qué merece la pena seguir luchando aunque solo quede polvo bajo los pies.

Razzar lo sabe. Y después de leerlo, uno también.

Un abrazo de oso y una pinta para todo aquel que se deje caer por este baldío.

 

Pd: La portada ha sido diseñada por Joorge Mh. Y la novela la podéis descargar en el siguiente enlace: https:El Precio de la Libertad

lunes, 17 de noviembre de 2025

El Hobbit

El Hobbit. Cuando pienso en él, me parece más una canción antigua que una novela: algo que se tararea sin saber cuándo empezó, pero que al hacerlo uno siente que el mundo es un poco más amable.

Tolkien escribió una historia que parece sencilla —una aventura, un dragón, un tesoro— pero bajo su superficie late una ternura profunda, una sabiduría discreta que solo los verdaderos narradores poseen. Hay en sus páginas una reverencia por lo pequeño, una comprensión de que lo heroico no siempre lleva espada, y que a veces el coraje se disfraza de cortesía, de segunda cena o de un suspiro antes de dar el primer paso fuera de la puerta.



- Arte de David Thorn Wenzel-


Bilbo Bolsón no es un héroe por naturaleza, y eso es, quizá, lo que lo hace tan real. No ansía la gloria, ni canta canciones sobre sí mismo. Solo quiere su sillón cómodo, su pipa y su despensa bien surtida. Pero la vida —o tal vez el destino, o los caprichos de un mago de barba gris— lo empuja hacia el camino, ese lugar donde el mundo se ensancha y la quietud se convierte en asombro.

Y en ese viaje, Tolkien nos recuerda algo que todo buen cuento debería recordarnos: que la valentía no consiste en no tener miedo, sino en seguir adelante a pesar de él. Que la bondad puede ser tan poderosa como la espada más afilada. Que incluso un bolsillo pequeño puede contener un corazón inmenso.

Leer El Hobbit es volver a creer que las palabras son magia. Que un mapa puede esconder una promesa. Que una puerta redonda puede ser el umbral entre lo conocido y lo imposible. Es el tipo de historia que uno debería leer en voz baja, junto al fuego, mientras el viento golpea las ventanas y la noche parece más grande de lo habitual.

Tolkien, con su prosa de filigrana y su amor por las raíces y los nombres, no solo creó un mundo: sembró una semilla. Y de esa semilla brotaron todos los bosques que vinieron después.

Yo diría que no es un libro sobre dragones ni tesoros, sino sobre la dulzura de perderse y encontrarse. Sobre cómo, al volver a casa, uno nunca es exactamente el mismo. Y eso, quizá, sea el verdadero oro que Bilbo trajo de su viaje.

Recuerdo mi primera lectura: fue en unas navidades, cuando el aire olía a café recién hecho y las luces temblaban en los cristales. Afuera hacía frío, pero dentro del libro todo era cálido: los fuegos del hogar de Bolsón Cerrado y las risas de los enanos. Tal vez por eso siempre he creído que el invierno es la estación perfecta para leerlo. Hay algo profundamente navideño en su espíritu, aunque no haya villancicos ni abetos: ese sentido de regreso, de familia, de aventura compartida antes de volver al hogar.

 

Un abrazo de oso y una pinta para todo aquel que se deje caer por este baldío.

Bolsilibro El Precio de la Libertad por Raúl Montesdeoca

Hay libros que no se leen: se sobreviven. El precio de la libertad , una novela parida a golpe de sol, arena y mala leche, es uno de ellos. ...