La fantasía medieval es un género que nos ha dado cosas maravillosas: caballeros que rescatan princesas (sin preguntar si querían ser rescatadas), magos con sombreros ridículos y, por supuesto, dragones. Los dragones son el corazón palpitante de cualquier mundo fantástico. Sin ellos, la fantasía medieval sería como una sopa sin sal, o una taberna sin bardos molestos.
Sin embargo, hay un problema fundamental con los dragones, y es este: nunca
tienen resfriados.
Piensa en ello. Los dragones son criaturas gigantescas, con un metabolismo
más complejo que la trama de una ópera espacial. Viven en cavernas húmedas y
oscuras, llenas de corrientes de aire y, probablemente, montones de esporas de
moho. Pero nunca, jamás, se les ve estornudar. No hay un solo relato heroico en
el que el valiente caballero se enfrente a un dragón que, en lugar de escupir
fuego, expulse una nube de estornudos flamígeros y luego tenga que disculparse
entre toses.
Esto plantea una pregunta importante: ¿Por qué no hay dragones con
resfriados?
Ilustración -Richard Bennett-
Otros podrían argumentar que los dragones tienen sistemas inmunológicos
impresionantes, pero incluso los mejores sistemas inmunológicos necesitan algo
de ayuda. ¿Acaso los dragones toman suplementos vitamínicos? ¿Tienen dietas
balanceadas? Porque si la dieta consiste únicamente en caballeros enlatados y
princesas secuestradas, no parece particularmente rica en vitamina C.
Ahora, imaginemos un mundo donde los dragones sí se enferman. Visualiza a un
dragón enorme y temible, acurrucado en su cueva, rodeado de pañuelos gigantes
hechos con las túnicas de los héroes derrotados. Su aliento no lanza llamas,
sino un sonido ronco acompañado de una leve nube de vapor tibio. Las aldeas
cercanas no están aterrorizadas por su ferocidad, sino porque nadie quiere
acercarse y atrapar el "virus draconiano".
Por supuesto, los caballeros tendrían que adaptarse a este cambio. En lugar
de entrar a la cueva del dragón con espadas y escudos, entrarían con pociones
de hierbas y una sopa de pollo bien caliente. Y aquí es donde las historias
épicas toman un giro inesperado, porque curar a un dragón enfermo probablemente
requiera más valentía que matarlo.
Además, si aceptamos que los dragones pueden enfermarse, debemos aceptar que
algunos de ellos podrían ser hipocondríacos. Imagínate a un dragón insistiendo
en que tiene fiebre, a pesar de que está ardiendo todo el tiempo, literalmente.
O pidiéndole a un mago que revise su colección de tesoros porque está seguro de
que los antiguos artefactos están "llenos de gérmenes".
Por supuesto, habría dragones paranoicos que empezarían a evitar a los
humanos por completo, lo cual sería un golpe devastador para los aventureros.
Sin dragones a los que cazar, ¿qué harían los héroes? ¿Atender la taberna
familiar? ¿Abrir un pequeño negocio de herrería? El colapso económico de la
industria de los caballeros sería monumental.
Al final, el hecho de que los dragones nunca tengan resfriados dice menos
sobre los dragones y más sobre nosotros. Los autores de fantasía medieval
parecen pensar que agregar un dragón enfermo rompería la inmersión. Pero, ¿por
qué? Este es un género donde la gente viaja durante meses con una sola muda de
ropa sin sufrir de sarpullidos, donde las espadas mágicas no necesitan afilarse
y donde los bardos siempre saben la canción correcta para el momento.
Si podemos aceptar todo eso, ¿por qué no podemos aceptar un dragón que
necesita un buen té de hierbas y un poco de descanso?
Quizás, al final, necesitamos dragones con resfriados para recordar que
incluso las criaturas más poderosas tienen días malos. Y quizás, solo quizás,
el próximo héroe no necesitará una espada mágica para derrotar a un dragón,
sino un frasco de jarabe para la tos.
Porque, como diría cualquier mago sensato: "No hay nada más
peligroso que un dragón enfermo… excepto un dragón enfadado porque le has dado
el jarabe equivocado."
Un abrazo de oso y una pinta para todo aquel que se deje caer por este baldío.
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