viernes, 20 de septiembre de 2024

La Aventura del Caballero Sincero

En un rincón polvoriento del reino de Camelot, donde los caballeros afilaban sus espadas y las leyendas se tejían más rápido que las telarañas, había un caballero que desentonaba con la grandilocuencia de la mesa redonda. Su nombre era Sir Sincero, un tipo tan honesto que, en lugar de un escudo, llevaba un cartel que decía: “¡Soy un caballero! Pregunte por mis intenciones”.


Un día, el Rey Arturo, convocó a todos sus caballeros. “¡Compañeros!”, proclamó, “necesitamos alguien que emprenda una misión de vital importancia. Hay un dragón en las tierras del norte que ha robado la última caja de cereales del reino. Sin cereales, los niños no pueden empezar su día con un buen desayuno, y ya saben lo que dicen: un niño hambriento es un futuro conquistador”.

Los caballeros comenzaron a discutir sobre quién debería ir, pero Sir Sincero, al ver que nadie se ofrecía, se levantó con desparpajo. “Yo iré, mi rey. Aunque, para ser sincero, tengo un problema con los dragones. Me parece que tienden a ser muy... dragones”.

Arturo le miró, perplejo. “¿No te preocupa que el dragón, por ejemplo, te devore?”

“Ah, eso es un detalle menor”, respondió Sir Sincero, “pero prometo ser tan honesto que ni siquiera se atreverá a tocarme”.

Y así, armado con una armadura brillante que era más florida que funcional, y un escudo con una mueca sonriente (esencialmente un emoji medieval), Sir Sincero partió hacia el norte. En su camino, se encontró con un zorro que, tras un intercambio de miradas, decidió seguirlo.

“¿Por qué me sigues?”, preguntó Sir Sincero, algo confundido.

“Porque eres un caballero que parece más dispuesto a hacer el ridículo que a causar estragos”, respondió el zorro, “y eso siempre promete entretenimiento”.

Tras un par de horas de viaje y muchas reflexiones filosóficas sobre la vida de los caballeros, el valor del desayuno y la naturaleza del dragón, Sir Sincero finalmente llegó a la cueva del dragón. Y allí estaba, un dragón de color verde esmeralda, con ojos que podrían iluminar un torneo y un aliento que podía derretir el hierro (y cualquier cereal, por cierto).

“¡Alto!”, gritó Sir Sincero. “Vengo a recuperar la caja de cereales. ¡Devuélvela o...!”

“¿O qué?”, rugió el dragón, escupiendo un poco de humo. “¿Me asustarás con tu sinceridad?”.

“Esa es mi mejor arma”, dijo Sir Sincero, encarándolo. “Soy tan sincero que cuando digo que lo haré, lo haré. Si no me devuelves los cereales, tendré que insistir en que eres un dragón muy grosero. Y eso, créeme, no se dice a la ligera”.

El dragón, sorprendido por tal afirmación, dejó escapar una risa profunda. “¿De verdad crees que me importa lo que pienses de mí? ¡Soy un dragón! Mi desayuno consiste en caballeros pretenciosos y sus armaduras brillantes, no en cajas de cereales”.

“Entonces, ¿no te importaría saber que los cereales son excelentes para la digestión?” inquirió Sir Sincero con un tono casi educativo. “Además, si no devuelves la caja, podrías arruinar la infancia de muchos niños. ¿Es eso lo que quieres?”

El dragón se quedó pensativo. “Hmm, tienes razón. Nunca había considerado mi papel en la cadena alimentaria social. Quizás podría buscar alternativas...”.

Y así, tras una larga conversación, el dragón devolvió la caja de cereales a Sir Sincero, quien, a su vez, se llevó la sorpresa de que el dragón, con su nueva perspectiva, decidió cambiar su dieta a una más equilibrada.

Al regresar a Camelot, Sir Sincero fue recibido como un héroe, no solo por recuperar la caja, sino por enseñar al dragón a ser más consciente de su dieta.

Y mientras los caballeros se llenaban de orgullo, Sir Sincero se quedó mirando su cartel, pensando que, en el fondo, ser sincero era la verdadera victoria. Aunque, entre tú y yo, un buen desayuno también ayuda.

 

 

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