En un mundo dominado por los avances tecnológicos vertiginosos, donde las pantallas son templos y los algoritmos sacerdotes, algunos podrían argumentar que los cuentos de hadas han quedado relegados a un rincón polvoriento del pasado, obsoletos y sin cabida en nuestro mundo actual. Sin embargo, esta pobre perspectiva pasa por alto la riqueza y la eterna relevancia que estas historias poseen. Porque estas viejas canciones que se amontonan como la grasa bajo la axila de un troll, siguen teniendo cabida en una tierra de hormigón preñada de cables, reconfortando y ofreciendo las más de las veces, un necesario consuelo.
La imaginación es una de las muchas puertas que los cuentos usan para llegar a nosotros. Es un recurso invaluable que a menudo se ve amenazado por las agresiones que sufrimos en la era del scroll vertical. Los cuentos de hadas y sus vastas tierras nos brindan un espacio en el que la imaginación puede obrar maravillas sin restricciones. Nos ofrecen a nosotros, humildes mortales, la posibilidad de escapar de la cotidianidad y huir de las cadenas del mundo primario durante un espacio de tiempo limitado, ya que dichas tierras lejanas no parecen estar hechas para nosotros.
Un abrazo de oso y una pinta para todo aquel que se deje caer por este baldío.
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